Hace más de 10 años, en un chalet de Asturias, en el despacho del abuelo de un buen amigo, trasteando y rebuscando entre sus papeles, encontramos el ABC de la muerte de Franco y el de la coronación del Rey Juan Carlos I. Iban a tirarlos a la basura y rápido dije: 'me los quedo'. Así es como comenzó una colección de periódicos que hoy ocupan decenas de carpetas amontonadas en casa, sin tener un sitio fijo, y que se ha ido enriqueciendo con las aportaciones que amigos y conocidos han hecho de sus viajes por todo el Mundo.
Periódicos traídos Australia, China, Tailandia, Birmania (Myanmar), Cuba, Brasil, Argentina, Rusia, Canadá, Inglaterra, Alemania, Suecia, Noruega, Estados Unidos... y bastantes países más, engrosan esta colección.
¿Por qué? Tan sencillo como que me gustan las cabeceras, los formatos, las tipografías y composiciones y la historia que se cuenta en ellos. Hijo de periodista y profesora de literatura, hermano de periodista y estudiante de periodismo por unos años, he crecido rodeado de prensa, de la papela como dice mi padre, y me encanta. Es un producto que me permite disfrutar de los domingos, que me abstrae y me sumerge en el mundo al mismo tiempo. Me gusta leer periódicos aunque muchas veces no entienda lo que dicen o me cueste creer que lo que dicen sea verdad.
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